IMPLICACIONES DEL TRABAJO REMUNERADO
EN MUJERES POBRES: TENSIONES Y
POSIBILIDADES.
Autoras:
Sandra Estrada Maldonado, Maestría
en Educación y maestría en Psicología
social comunitaria, Profesora en
la División de Ciencias Sociales
y Humanidades, Campus León,
Universidad de Guanajuato.
María Áurea Valerdi González.
Doctora en Sociología. SNI I,
Profesora Investigadora en la División
de Ciencias Sociales y Humanidades,
Campus León, Universidad de
Guanajuato.
Re s u m e n
La participación de las mujeres en
el ámbito productivo, realizando
labores de trabajo extradoméstico
(García, de Oliveira, 1994) ha ido en
acelerado aumento en las últimas
décadas, lo cual obedece a distintos
factores, desde los cambios en los
estilos de vida, en las aspiraciones
de las mujeres, hasta una mayor
demanda de trabajadoras en
algunos sectores económicos
(Razavi, 2008). Este acceso al
mundo laboral no ha sido un
proceso armónico ni conciliatorio
de las actividades tradicionales: la
maternidad, el cuidado y el trabajo
doméstico. Por el contrario,
suelen experimentarse tensiones
derivadas de la jerarquización de
los roles de género, resultando en
un diferencial patriarcal (Moreno,
2008) que se reeja en un décit
de las mujeres frente a los
hombres que también participan
en el mercado laboral.
Asumiendo que todo modelo de
familia, se asienta en distintos
modelos de producción bajo una
determinada concepción de
desarrollo, de la cual depende la
distribución del trabajo en el
mercado laboral, el papel que
juega el estado y las obligaciones
que se le asignan a la unidad
familiar (Esping-Andersen 2000),
es posible ver que
coexisten trabajos seguros,
estables con trabajos precarios,
exibles.
Finalmente, incorporamos al
análisis la pobreza; las mujeres
pobres han visto reducidas sus
oportunidades de desarrollo,
además de que las opciones
laborales que encuentran suelen
ser más rígidas en cuanto a la
organización, (Moreno, 2008)
incrementando así la tensión
entre lo doméstico y
extradoméstico.
En el presente trabajo
presentamos primero una mirada
sociodemográca de un polígono
de pobreza en León, Guanajuato y
profundizamos el análisis con
testimonios de un conjunto de
mujeres trabajadoras del aseo en
una institución de Educación
Superior privada, que viven en
dicha zona analizando las
tensiones entre los ámbitos
doméstico y extradoméstico, así
como el impacto que la actividad
remunerada ha tenido en ellas.
Palabras clave: mujeres, desarrollo,
educación superior.
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Recepción: 12 de Mayo del 2017; Aceptación: 9 de Junio del 2017
Publicación: 31 de Agosto del 2017
Open Access bajo la licencia CC BY-NC-ND (http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/).
DOI: https://doi.org/10.18583/umr.v2i2.57
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Universidad Politécnica de Guanajuato
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Abstract
The participation of women in the
productive area, carrying out work of
extradomestic work (García, de
Oliveira, 1994) has been increasing
rapidly in the last decades, due to
different factors, from changes in
lifestyles, in The aspirations of women,
to a greater demand of women
workers in some economic sectors
(Razavi, 2008). This access to the world
of work has not been a harmonious or
conciliatory process of traditional
activities: motherhood, care and
domestic work. On the other hand,
tensions are often experienced as a
result of the hierarchy of gender roles,
resulting in a patriarchal differential
(Moreno, 2008), reflected in a deficit of
women compared to men who also
participate in the labor market.
Assuming that every family model is
based on different models of
production under a certain conception
of development, on which depends the
distribution of labor in the labor
market, the role played by the state
and the obligations assigned to the unit
(Esping-Andersen 2000), it is possible
to see that safe, stable jobs coexist
with precarious, flexible jobs.
Finally, we incorporate poverty into the
analysis; Poor women have seen their
opportunities for development
reduced, as well as the employment
options they encounter tend to be
more rigid in terms of organization
(Moreno, 2008), thus increasing the
tension between domestic and
extradition.
In the present work, we first present a
sociodemographic view of a polygon of
poverty in Leon, Guanajuato, and
deepen the analysis with testimonies
of a group of women who work in the
toilet in an institution of Private Higher
Education, who live in that area
analyzing the tensions between the
Domestic and extradition areas, as well
as the impact that the paid activity has
had on them.
Key words: women, development, higher
education
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Implications of paid work for poor women: tensions and possibilities
Retomando las cifras del último censo
nacional, el estado de Guanajuato
tiene una población total de 5, 486,372
habitantes haciéndolo el sexto estado
más poblado (INEGI,2010). De los 46
municipios que lo componen, León
es el más importante en términos de
desarrollo industrial e infraestructura
urbana, es también el más poblado
pues cuenta con una población total de
1’436,480 habitantes lo que la convierte
a su vez en la sexta ciudad del país.
León se ubica dentro de lo que se
conoce como “corredor industrial”
del estado que está integrado por
la ruta y las ciudades de Celaya,
Salamanca, Irapuato, Silao, León y que
geográcamente viene desde el sur
hacia el occidente.
Las ciudades que integran este corredor
tienen características de infraestructura
y urbanización por lo regular superiores
al resto de los municipios del estado,
funcionan en mayor o menor medida
como polos atractivos para la migración
interna puesto que allí se concentra
la actividad industrial; de entre estas
ciudades León es sin duda la que por
sus características funciona como gran
urbe con las problemáticas que de ello
se derivan, entre otras la desigualdad
y la falta de acceso a servicios como
veremos más adelante.
A pesar de que León suele ser
considerada una de las ciudades con
mayor pujanza económica a nivel
regional, es al igual que buena parte
del territorio mexicano un lugar con
altos contrastes, no sólo en términos
económicos sino también de acceso
a diferentes servicios por parte de su
población.
En este sentido, León tiene de acuerdo
a cifras del Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo
Social (CONEVAL, 2012) un 37,8% de su
población en situación de pobreza. En
su más reciente publicación el CONEVAL
ubica a Guanajuato como uno de los
siete estados que concentran poco más
de la mitad de las personas en pobreza
que existen en el país, aunque hay que
decir que en términos proporcionales
tampoco se ubica entre los más pobres
de México.
Pero León es un espejo bastante el de
la realidad nacional, al menos en cuanto
a cifras de pobreza se reere, pues para
este municipio en el 2010 el 33,6 de su
población vivía en pobreza moderada;
el 4,2% en pobreza extrema y el 31,1%
estaba considerada como vulnerable
por carencias sociales; explicaremos
a continuación cada una de estas
categorías, no sin antes mencionar que
las cifras nacionales en estos rubros
son: 34,8%; 11,3%, y 28,1%.
Como es evidente, el único parámetro
en el que hay diferencia considerable
es en el de pobreza extrema, para
el CONEVAL la pobreza moderada
corresponde a personas cuyo ingreso
es mayor o igual a la Línea de Bienestar
Mínimo , pero inferior a la Línea de
Bienestar y que padece al menos una
carencia social; o bien que tiene un
ingreso inferior a la Línea de Bienestar
Mínimo y padece una o dos carencias
sociales.
La pobreza extrema reere a población
que padece tres o más carencias
sociales y cuyo ingreso es inferior
a la Línea de bienestar mínimo. Por
último, la categoría de “vulnerable
por carencias” quiere decir el grupo
poblacional que presenta una o más
carencias sociales, aunque su ingreso
sea superior o igual a la Línea de
Bienestar.
Contexto
sociodemográfico
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Tabla 1. Porcentajes de población y número de personas en
pobreza o con carencias sociales de León, Gto, 2010.
Fuente: CONEVAL. Medición municipal de la pobreza 2010.
1La línea de bienestar mínimo corresponde al valor monetario de la canasta alimentaria y la Lïnea de bienestar económico al valor
monetario de una canasta de alimentos, bienes y servicios básicos.
2Los indicadores de carencia social considerados por el CONEVAL son: carencia por acceso a los servicios de salud, a la seguridad
social, rezago educativo, carencia por calidad y espacios en la vivienda, acceso a los servicios básicos en la vivienda y nalmente
carencia por acceso a la alimentación.
Indicadores Porcentaje Número de personas
Pobreza
Población en situación de pobreza 37,8 600.145
Población en situación de pobreza mode-
rada 33,6 533.458
Población en situación de pobreza extre-
ma 4,2 66.687
Población vulnerable por carencias sociales 31,1 494.180
Población vulnerable por ingresos 7,4 117.929
Población no pobre y no vulnerable 23,7 376.204
Indicadores de carencia social
Rezago educativo 20,8 330.786
Acceso a los servicios de salud 27,8 442.068
Acceso a la seguridad social 53,1 843.651
Calidad y espacios de la vivienda 7,0 110.489
Acceso a los servicios básicos en la vivienda 11,9 189.265
Acceso a la alimentación 19,9 315.938
Bienestar económico
Población con ingreso inferior a la línea de
bienestar mínimo 9,6 153.023
Población con ingreso inferior a la línea de
bienestar 45,2 718.074
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Como se puede apreciar, León está lejos de
ser un territorio uniforme, podemos encontrar
concentraciones espaciales de pobreza urbana, es
decir no necesariamente es todo tan atomizado o
disperso como pudiera parecer. Para explicar esto es
importante considerar que para el CONEVAL (2012)
León es un municipio con un rezago social muy bajo,
tomar este indicador por sí solo nos llevaría a un gran
equívoco pues al interior de la localidad vemos ciertas
zonas con profundas desigualdades tanto a nivel de
servicios o carencias sociales como en cuanto a los
niveles de ingreso. A decir de Balbo (citado en OCL,
2012) la ciudad se subdivide en espacios con servicios
privados de seguridad, educación, etcétera al lado
de otros conocidos como ‘asentamientos ilegales’
sin servicios públicos elementales como el drenaje,
alcantarillado y disponiendo de electricidad de
manera precaria y por tanto peligrosa.
En León, las zonas de alta marginación suelen
ubicarse a las orillas de la ciudad, proceso que de
acuerdo al OCL ha venido creciendo con el tiempo
tomando para esta armación una brecha que abarca
del 2005 al 2010, período en el que justamente se
observa este incremento en la periferia de la ciudad.
En el 2010 el H. Ayuntamiento de León aprobó el
perímetro de 8 polígonos de pobreza: Las Joyas,
Jacinto López, Diez de Mayo, Castillos, Medina, San
Francisco, San juan de Abajo y Piletas, en el que
trabajamos para la presente investigación. En el 2010,
el total de habitantes en los Polígonos de Pobreza
era de 600,105 personas; un 42% de la población total
de León.
La presente investigación se realizó con mujeres
trabajadoras que habitan en alguna de las seis
colonias que comprende el polígono de Piletas por lo
que a continuación hacemos una breve descripción
con los aspectos más importantes.
El Polígono de Piletas ocupa una supercie de 253.4
ha y tiene una población total de 43,357 habitantes.
Un dato importante que está relacionado al trabajo
estable y por lo tanto a las condiciones de vida es
el derecho a servicios de salud. En este caso, la
población sin derechohabiencia asciende a 15,688
que es un 36.2% de la población contra un 29.3% en
zonas urbanas (IMPLAN, 2014)
Este polígono se compone por 6 colonias: Piletas I
y II, Piletas III y Piletas IV, de donde son la mayoría,
San José Obrero, España y San Juan Bosco. Las
participantes en este estudio viven en su mayoría
en Piletas IV.De acuerdo con la información ocial,
se encuentran cerca de 72 mil hogares que registra
AGEB en el Polígono de Piletas, en Piletas IV solo
8,606 de estos últimos 2,445 son hogares con
jefatura femenina (28.4%). La tasa de desocupación
es del 4.96% de su población.
Del total de población de 15 años y más (30,856),
cuenta con un promedio de escolaridad de 6.8 años,
es decir apenas si el nivel de primaria que no cubre ni
la formación básica que incluye a la secundaria. El 7.9%
es analfabeta y de los niños de entre 3 y 5 años que
debieran asistir a la escuela, el 56% de ellos no asiste,
aunque existen 7 escuelas de nivel preescolar y en
algunas de ellas se trabaja en dos turnos (matutino
y vespertino). Los porcentajes de inasistencia para
niños de entre 6 y 11 años son muy diferentes, pues
tan solo el 3.3% de ellos no van a la primaria, la zona
cuenta con 8 escuelas primarias, 3 de ellas con turnos
matutino y vespertino. Todavía en el nivel secundaria,
con dos escuelas y 28 aulas, se registra una ausencia
del 12.9% de niños de entre 12 y 14 años. En todo el
polígono existe solo un video bachillerato y a pesar
de que está en Piletas IV la inasistencia se incrementa
hasta el 45.8% en la población de 15 a 17 años.
3Para el Consejo Nacional de Población (CONAPO) la marginación
urbana se compone de diez indicadores socioeconómicos que
son los siguientes: 1. Porcentaje de población de 6 a 14 años
que no asiste a la escuela, 2. Porcentaje de población de 15 años
o más sin secundaria completa, 3. Porcentaje de población sin
derechohabiencia a los servicios de salud, 4. Porcentaje de
hijos fallecidos de las mujeres de 15 a 49 años, 5. Porcentaje de
viviendas particulares habitadas sin drenaje conectado a la red
pública o fosa séptica, 6. Porcentaje de viviendas particulares
habitadas sin drenaje conectado a la red pública o fosa séptica,
7. Porcentaje de viviendas particulares habitadas sin excusado
con conexión de agua, 8. Porcentaje de viviendas particulares
habitadas con piso de tierra, 9. Porcentaje de viviendas
particulares habitadas con algún nivel de hacinamiento y 10.
Porcentaje viviendas particulares habitadas sin refrigerador.
Trabajo, mujeres
y género.
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Respecto a la salud, el mismo IMPLAN
(2014) señala que el polígono cuenta
con 2 Unidades Médicas de Atención
Primaria de Salud, insuciente para
atender las necesidades de la población,
tan solo en Piletas el 36.2% carece de
servicios de atención a la salud. Por tipo
de institución, en el polígono el 64.7%
cuenta con IMSS, el 32.4% con seguro
popular y el 2.3% con ISSSTE
4Área Geoestadística Básica Urbana (AGEB), es
un área geográca ocupada por un conjunto
de manzanas perfectamente delimitadas por
calles, avenidas, andadores o cualquier otro
rasgo de fácil identicación en el terreno, cuyo
uso del suelo es principalmente habitacional,
industrial de servicios, comercial etc., que son
asignadas a las localidades que dormán parte
del Sistema Nacional. (INEGI)
En las últimas décadas, el mundo del
trabajo vivió distintos procesos que van
desde la desproletarización del trabajo
industrial (especialmente en países
del capitalismo avanzado) hasta una
“subproletarización del trabajo como
consecuencia de formas diversas del
trabajo parcial, precario, tercerizado,
subcontratado, vinculado a la economía
informal, al sector de servicios,
etcétera” (Antunes, 1998, p.16). Sin
embargo, más allá de las variantes
actuales, la nuestra sigue siendo una
sociedad que aún bajo condiciones de
globalización o tal vez también debido
a ellas conserva al capitalismo como
estructura y sistema, sistema-mundo
en palabras de Wallerstein, para quien
“realizar análisis dentro de marcos
sistémicos, con suciente tiempo
y espacio para contener la `lógica
rectora’ que `determina’ la mayor
parte de la realidad secuencial” (2004,
p.140)permite alejarse de los sistemas
como fenómenos eternos o absolutos,
para buscar por el contrario los ritmos
cíclicos o de transformación interna.
Este mismo autor señala respecto
al enfoque de sistemas-mundo, que
“Las tres presuntas áreas de actividad
colectiva humana –la económica, la
política y la social o sociocultural– no
son áreas autónomas de actividad
social”(Op Cit, p.138) y que en tanto
no tienen lógicas separadas, su
entrecruzamiento implica abandonar
la idea de aislar factores y examinar
un solo tipo de variable; por lo que
al acercarnos a la esfera del trabajo
resulta indispensable ver no sólo los
aspectos económicos sino también los
sociales y dentro de éstos la dimensión
subjetiva anclada a las condiciones
de trabajo actuales. En este sentido y
para los nes del presente estudio, el
concepto de trabajo se vuelve clave,
ya que analizaremos a los sujetos de
estas estructuras y formas de trabajo,
sin perder de vista la importancia de las
relaciones sociales que se entretejen
y atraviesan las subjetividades de
mujeres.
Proponemos la articulación del trabajo
y los correlatos que éste pudiera tener
en la subjetividad de sus protagonistas;
sin embargo, ambas dimensiones
corresponden tradicionalmente a
esferas disciplinares distintas: lo
psicológico y lo sociológico.
Después de todo, el vínculo puede
parecer forzado si no vemos en el
concepto trabajo la trascendencia que,
de acuerdo a Holloway tiene, en tanto
“determinación más simple”; ya que
es subjetividad, subjetividad práctica
y es también omniconstituyente (2005,
p. 28) por lo que resulta fundamental
rastrear las formas en las que se
producen transformaciones subjetivas
a partir de experimentar ciertas
condiciones laborales, pues estas son el
Trabajo, mujeres
y género.
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resultado de desregulaciones y exibilizaciones que
afectan no solo la materialidad de los trabajadores
sino que repercuten también en su subjetividad.
(Antunes, 1998).
Si bien, Marx (1891,1969) se refería al trabajo como
actividad vital, y esto pudiera hacernos pensar
en actividades por las que no se percibe una
remuneración, nosotras delimitamos el concepto
trabajo, siguiendo también la precisión que hace el
propio Marx cuando reere que dicha actividad es
vendida como fuerza de trabajo para asegurarse
los medios de vida necesarios y en este sentido el
trabajo se convierte en un medio para poder existir,
un medio cuyo n es en cierto sentido el salario.
Entenderemos entonces como trabajo, aquella
actividad restringida al salario, trabajo asalariado
capitalista “una de las formas del trabajo asalariado,
el que implica, además de la compra venta de fuerza
de trabajo, el que el Trabajo genere valores de uso
dedicados al intercambio en el mercado” (De la
Garza, 2011:12) Este autor propone llegar al concepto
de trabajo ampliado, y al de sujeto laboral ampliado
que apunta a la construcción identitaria en territorios
y tiempos no laborales, aunque siempre conservando
una vinculación hacia lo laboral ampliado; llegamos
entonces a las intersecciones que pretenden
ser analizadas en este trabajo: subjetividad,
intersubjetividades, género y trabajo.
Es innegable el aumento de la participación de las
mujeres en la mano de obra en la mayor parte del
mundo, especialmente durante las últimas tres
décadas. Según el Fondo de Desarrollo para la Mujer
en las Naciones Unidas, (UNIFEM por sus siglas en
inglés) el mayor aumento tuvo lugar justamente
en América Latina “donde las mujeres constituían
algo más de un cuarto de la mano de obra en 1980
pasando a conformar un tercio de la mano de obra
en Centro América y casi dos quintos en Sudamérica
para 1997” (Op. Cit., p.37). Esto ha propiciado a
su vez un incremento en los estudios que desde la
academia se hacen a este respecto, así como un
interés en las diferencias genéricas y laborales a nivel
de organismos internacionales.
Como ejemplo está la clasicación internacional
de actividades para las estadísticas que analiza
este organismo y que incluye como categoría de
análisis las diferencias entre mujeres y hombres,
niñas y niños tanto en el trabajo remunerado como
en el no remunerado y que surgió como respuesta
a la recomendación de la Plataforma de Acción de
Beijing. En la misma línea está el trabajo de UNIFEM
que ha impulsado nuevos métodos de recopilación
de datos que permitan visibilizar la producción de
subsistencia e informal de las mujeres que “tiende a
no ser contemplada en censos y encuestas nacionales
“(Chen et al.,2005, p. 24)
Muchas de estas modicaciones han surgido a
partir de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la
Mujer que incluyó entre sus recomendaciones “para
mejorar y diseminar datos desagregados por sexo”
la realización de acciones que permitieran desarrollar
conocimientos más integrales sobre todas las
formas de trabajo y empleo (Ibídem). A pesar de
estos esfuerzos no hemos llegado todavía a una
adecuada medición de los diferentes tipos de trabajo
femenino. Ya en un estudio clásico para nuestro
tema Benería y Roldán (1987) mencionaban entre
las dimensiones necesarias para el análisis de los
procesos históricos de formación y recomposición
de clases a los criterios de propiedad y posesión de
los medios de producción señalando la importancia
de otros factores que inciden particularmente en las
relaciones de género, tales como la división sexual de
la mano de obra, las jerarquías en el lugar de trabajo
y la unidad doméstica, las formas de organización y
nalmente el que compartimos en este trabajo: las
dimensiones subjetivas de la clase (1987, p.27)
El género como categoría surge dentro de las ciencias
sociales para designar aquellos aspectos construidos
socialmente, aspectos simbólicos y que están
asociados a las diferencias sexuales entre hombres y
mujeres. Más que un concepto en sí mismo es el género
una categoría de análisis que permite complejizar los
fenómenos sociales incorporando cuestiones ligadas
a mujeres y hombres problematizando su origen
y cuestionando aquellas normas sociales que se
presentaban como “naturales” y que rigen desde los
roles familiares hasta la división sexual del trabajo.
Las mujeres de
Piletas
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El género “es un elemento constitutivo
de las relaciones sociales basadas
en las diferencias que distinguen
los sexos y el género es una forma
primaria de relaciones signicantes
de poder” (Scott, 1996, p.289). Esta
misma autora menciona que existen
cuatro componentes fundamentales
del género, que se interrelacionan
entre sí y que son: símbolos
culturalmente disponibles que evocan
representaciones múltiples, conceptos
normativos que maniestan las
interpretaciones de los signicados de
los símbolos, relaciones de parentesco
e identidad subjetiva. Todos estos
elementos interactúan en diferentes
ámbitos que van desde lo puramente
doméstico hasta las relaciones y
espacios laborales que serán abordadas
en este trabajo.
Con el género como eje se construyen
entonces sistemas de género que
funcionan como sistemas binarios
manteniendo la oposición y jerarquía
entre hombres y mujeres (Conway,
Bourque y Scott, 1996) y que
entre otras cosas han servido para
acentuar la división entre lo público
y lo privado creando roles de género
que terminan siendo estrechos y
fuertemente estereotipados, pues
dichos sistemas “no representan la
asignación funcional de papeles sociales
biológicamente prescritos sino un
medio de conceptualización cultural y
de organización social” (Op Cit:32).
Este texto muestra los resultados
del grupo focal que realizamos con
trabajadoras de intendencia en una
universidad privada situada frente a
la colonia (Valerdi, 2016). Entre sus
actividades están la limpieza de aulas,
salas de trabajo, sanitarios, ocinas
y áreas comunes. Sus horarios son
jornadas matutinas y vespertinas,
cuentan con uniforme y reciben
supervisión periódicamente.
En relación a la situación laboral,
su trabajo plantea condiciones de
formalidad y estabilidad en tanto
cuentan con un contrato escrito, reciben
un salario determinado, tienen también
una jornada establecida y cuentan con
las prestaciones laborales básicas.
Las entrevistadas están en un rango de
edad de entre 40 y 60 años, excepto una
de 32 y una de 70 años, la mitad dijo estar
casada y una de ellas es madre soltera
con un hijo, las demás tienen dos, tres
y hasta 9 hijos; todas cuentan con la
escolaridad básica de primaria y solo
una tiene estudios de secundaria. Sin
embargo, todas muestran una actitud
de empuje y de tenacidad para trabajar
y para sacar adelante a sus familias.
Veamos a continuación algunos de los
testimonios obtenidos en el grupo de
discusión.
Sin duda la maternidad es uno de los
ejes de mayor tensión en las mujeres
trabajadoras. Para algunas supone
el motor principal para el trabajo
extradoméstico y remunerado, mientras
que para otras es causa de frustraciones
al ver truncadas sus posibilidades
de crecimiento laboral o bien causa
de culpa al ver que inevitablemente
quedan cosas sin atender en el ejercicio
del maternaje por causa del tiempo
invertido en la ocupación laboral.
En este sentido es importante incorporar
las ideas de Boulton quien distingue
la maternidad como realización,
satisfacción, alienación o conicto.
La primera implica vivir la maternidad
con un signicado especial que lleva
Las mujeres de
Piletas
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a considerar las actividades cotidianas de cuidado
como fuente de placer, algo parecido ocurre con la
categoría de satisfacción, pero no se asume que las
responsabilidades maternas otorguen un propósito a
la vida. Por otro lado, la maternidad como alienación
se reere a los casos en los que predominan
sentimientos de irritación y frustración a partir de las
actividades cotidianas que complican el desarrollo de
intereses personales. En el último caso, la maternidad
como conicto se reere a la presencia constante de
sentimientos ambivalentes (Como se cita en García
y De Oliveira, 1994) Encontramos en los testimonios
varios pasajes que ilustran estas tensiones y la
maternidad de conicto mencionada por Boulton,
situación que además debido a la persistencia de
roles tradicionales en las parejas, suele incrementar
las tareas y hacer más extensas las jornadas.
Bien difícil. Bien difícil, bien cansado (…) porque si te
tienes que programar desde un día en la noche, que te
vas a dormir y estás pensando qué vas a preparar en la
mañana, o cómo se va, cómo te vas a, pues sí, a tener
lo que tienes que dejar antes de venirte a trabajar, y ya
si te vienes a trabajar y ya estás pensando en lo que vas
a hacer cuando llegues. Y más si tenemos otro trabajo
extra de aquí, sí ahora me toca ir allá, y ya estás ahí en
el otro trabajo y tienes que estar pensando lo que vas a
llegar a hacer de cenar o que si te toca llegar a lavar, o
que si te toca, bueno…
Para las mujeres entrevistadas, las labores de la
casa son todavía pensadas como obligación de las
mujeres, por lo que si ellas trabajan además fuera de
casa, suelen ver acumuladas las tareas domésticas,
suman éstas a las obligaciones extradomésticas. Esto
representa una doble jornada que las tiene a ellas
con más ocupaciones incursionando en lo público sin
que lo privado sea asumido en la misma medida por
sus compañeros o parejas cuando las tienen.
“Desde que nos levantábamos 5-6 de la mañana, a
trabajar los dos, y ya de rato, córrele a hacer la comida,
mete todo eso. Y ya cuando llegaron los chiquillos,
también, más difícil se le hace a uno. Estas cansada,
dejar toda la lavada para el domingo porque no
descansamos para nada.”
La crianza contempla como es sabido actividades
de cuidado que evidentemente requieren también
tiempo y energía, lo que generalmente implica
incorporar la dimensión subjetiva y de emociones
pues inevitablemente está ligado a las relaciones
interpersonales y los vínculos afectivos: “el tiempo
que se dedica al trabajo doméstico y a los cuidado es
un tiempo que tiene un alto componente relacional”
(Legarreta, 2011,p.115) Esto lleva a muchas mujeres
a sentir mayor tensión o carga cuando su actividad
laboral se atraviesa como obstáculo hacia el
cumplimiento ideal de las labores de crianza y
maternaje.
Yo creo que cuando se deja a los niños es cuando es
más pesado, cuando tiene que salirse uno a trabajar
y deja a sus niños, yo creo que ahí es cuando se te
hace más pesado, porque cuando dice uno bueno, pos
como quiera están bien, pos, se sale uno más o menos
tranquilo, pero ya el hecho de dejarlos con cualquiera
enfermedad, pos, se sale uno como más estresado,
como, se te hace más pesado el trabajo de fuera (sic)
Cuando los hijos o hijas son pequeñas, el cuidado
requiere involucrar a otros familiares, generalmente
mujeres para hacer frente a las necesidades de
cuidado, en ocasiones también puede buscarse
el apoyo en algunas vecinas por lo que las redes
familiares y sociales adquieren una connotación
mucho más importante de la que tenían antes.
“Pues, yo cuando lo, cuando trabajo casi siempre se los
he dejado a mi mamá. Este, afortunadamente ella me
ha echado la mano”
Sin embargo, el empleo signica para muchas de ellas
la única posibilidad de mejorar la calidad de vida de
las/os más queridos, es por ello que termina siendo
paradójico pues las obliga a dejarles al cuidado de
alguien más, pero se alimentan de la motivación de
verles mejor:
“Y con ese riesgo está uno, todos esos riesgos, y yo
me imagino que al tenerlos pequeños es más difícil
pequeños, o con algún problema también, de una
discapacidad, porque como yo digo, una persona
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también aquí batalla porque ve que su hijo no se vale
por él mismo y tienes que estar al pendiente de él,
dices o le llevo para comer o estoy al cuidado”
Esta sobrecarga suele llegar a la dimensión subjetiva
y generar en ellas culpas que asocian a un mal
desempeño generalmente en la esfera doméstica y
en la medida que hayan introyectado el rol tradicional
como una obligación en tanto mujeres, les hará sentir
incluso como incompletas o verán en su empleo una
amenaza
(…) porque los dejan solos y los niños son los que
sufren porque, pos, si no está uno que es la mamá
que es la que debiera de procurarlos por lo que sea,
porque ande trabajando, por lo que sea, ellos son los
que sufren, porque, pos, no hay como te los vea, tú,
que eres su mamá. no, no los ven igual. Sufren mucho
los hijos.
A decir de Moreno (2008) no existe una distribución
armónica entre la demanda de trabajo reproductivo
y remunerado, lo cual “se traduce con frecuencia en
jornadas de trabajo muy extendidas, estrés cotidiano,
negligencia o postergación de tareas y actividades
varias, que pueden ir desde la provisión de cuidado a
los miembros más dependiente de las familias hasta
la presión férrea sobre el tiempo de los individuos del
grupo familiar para compartir momentos de ocio y
disfrute” (p.87)
Hijos e hijas crecen viendo a sus madres debatirse
entre las tareas tradicionales del rol de mujer-esposa
y las obligaciones laborales. Para algunos esto genera
las condiciones adecuadas para el reclamo, lo cual
incrementa la culpa haciendo una especie de círculo
vicioso que merma la estabilidad emocional en las
mujeres.
Pero eso es no puedo, de querer uno siempre quiere
estar con ellos, yo digo ¿Verdad? Porque yo tuve una
experiencia con el de, el chiquito y todavía me dice:
“es que no estuviste”, es que, y le digo ¿Y por qué no
estuve, hijo? ¿Me anduve divirtiendo o qué andaba
haciendo? “no, trabajando”, por eso no estuve. Pero
yo me venía a trabajar, (…)) ahora ya tiene 17 años y
me reclama. Hasta ahorita me reclama.
Las tensiones sobre el trabajo productivo y
reproductivo afectan de manera desigual a varones y
mujeres, de acuerdo a los roles tradicionales
“El diferencial patriarcal en todos estos espacios se
traduce, entre otros, en un décit de las mujeres
frente a los hombres en materia de tiempo, salario o
recursos y autonomía. Asimismo, el hecho biológico
de que el embarazo la lactancia tengan carácter
femenino se vuelve una desventaja adicional”
(Moreno, 2008, p.88)
Sin embargo, no todo es negativo, el empleo, pero
sobre todo el ingreso y el espacio de trabajo va
construyendo para ellas espacios de autonomía en
los que se ven a sí mismas disfrutando y apropiándose
de estos recortes de tiempo, haciéndolos propios y
con ello acercándose a la visión del empleo como un
medio de realización personal
“Pos, que me distrae mucho, es la mejor distracción
que tengo: mi trabajo. Me olvido de todo, aquí, o sea,
se me olvida todo, es así, mi mejor distracción”.
Aquí resalta por ejemplo el testimonio de una abuela
que ve en este momento de su vida una posibilidad
de modicar su rol al preferir aportar a la casa como
proveedora que quedarse como cuidadora, a pesar
de que su hija se lo ha pedido.
Me dice mi hija: “Mamá, quédese con los niños, yo me
voy a trabajar”, No, no, no. ¿Por qué le digo no? (…)
para encerrarme con mis niños, no. Me vengo, me
siento libre, me siento, así, ¡y es como, estar viviendo,
pues!
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La entrada al mercado laboral también nos abrió las
puertas a la esfera de lo público, pero limitó nuestro
tiempo para llevar a cabo una participación activa en
los asuntos públicos. Como dice Federici (2013) es
claro que el capitalismo se sustenta en la producción
de un tipo determinado de trabajador (varón),
de modelo de familia (nuclear), de sexualidad y
procreación (femenina).
En este sentido, sobre la motivación inicial o la
decisión de trabajar, en su mayoría la ubican como
una decisión necesaria porque la pareja no aportaba
lo suciente o porque eran madres solteras y no
tenían opción. Esto permite inducir que en este sector
socioeconómico prevalecen los roles tradicionales
y que en el caso de las mujeres el hecho de salir a
trabajar es visto como algo justicable cuando el
dinero no alcanza, lejos de ver al trabajo como una
opción de desarrollo personal.
Sí, de hecho, porque a veces con lo que nos da el marido
se come pa’ tres días, entonces ya los otros tres días yo
tengo pa’ comer tres días y así, o sea, Y si no trabajara,
pos, nomás comeríamos tres días ¿y al otro día qué
comíamos? O sea, por eso. Si no trabajo, a veces, pues
qué vamos a hacer si con lo de ellos no alcanza.
Esto nos hace pensar en las expectativas de pareja
y cómo en el caso de los vínculos heterosexuales se
sigue viendo al varón como proveedor y que ellas
al empezar a trabajar viven esta incursión como
una necesidad, como una última medida, aunque al
parecer conforme pasa el tiempo encuentran en el
empleo otras posibilidades de crecimiento como ya
se mencionó antes.
“Yo hubiera esperado un hombre que me apoyara, pero
no, nunca llegó así que me tocó trabajar y trabajar”
“Mi nombre es Ana María, eh, yo empecé a trabajar a la
edad de 11 años y como dice Vicenta yo también decía:
“ya no voy a trabajar, casándome que me mantengan”
y me salió al revés: tengo que ayudar para salir adelante
En este mismo sentido, cabe destacar cómo el ingreso
económico se destina principalmente a la familia o
a los gastos del hogar, haciendo también aquí una
diferencia desde su percepción con el ingreso del
trabajo de los varones.
Yo creo que las mujeres ganamos menos que los
hombres, pero aportamos más que los hombres (…)
es que ellos siempre aportan una parte y nosotras
siempre todo lo que ganamos todo es para la casa, o
sea todo
Finalmente, llama la atención que para sus pares
el hecho de trabajar sigue siendo motivo de
señalamientos sobre su desvío del rol tradicional,
adjudicando una sanción generalmente sobre su
condición moral, tal como lo reere una de ellas en el
siguiente testimonio:
“Hay veces que, bueno, yo he escuchado de algunas
vecinas donde yo vivía antes, este, que decían que
las mujeres que andábamos trabajando nos gustaba
trabajar por andar siempre de locas, o sea, para andar
de libertinas, para usar minis, o sea para no atendernos
de la familia, que por eso salíamos a trabajar. Para no
atender a tus hijos, o sea eso es lo que yo he escuchado,
de esas vecinas”
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Insistimos en la importancia de ver en los
estudios sobre el trabajo la dimensión
subjetiva, lo que para ellas como protagonistas
signica el hecho de trabajar; pues revisar
sólo las estadísticas podría llevarnos a pensar
que son tantas las mujeres que trabajan que
lo viven ya como algo naturalizado, que es
parte del rol tradicional. Sin embargo, estos
testimonios nos han permitido pensarlo de
otras maneras.
Enfatizamos la necesidad de incorporar
la perspectiva de género en las Políticas
y actividades laborales. Un tema que en
México se sigue insistiendo en la necesidad
del equilibrio entre hombres y mujeres en el
trabajo y en la familia, pero no existen aún
programas y políticas que como acciones
armativas sean sucientes para apuntar a la
igualdad entre hombres y mujeres respecto
al acceso y permanencia laboral. Hoy siguen
pesando para ellas aspectos propios de su rol
como madres o esposas que no son tomados
en cuenta diferencialmente en el trabajo.
Derivado de las nuevas formas de organización
del trabajo para atender las demandas
del mercado, existe una heterogeneidad
productiva que mantiene la gura del padre
ausente por largas jornadas de trabajo y que
tiende a ser compensado por las mujeres
creando así el binomio padre ausente, madre
trabajadora.
La incompatibilidad de horarios entre el
trabajo, el transporte y las instituciones,
minimizan los servicios de guardería y
estancias para la atención de los hijos de hasta
3 años 11 meses por lo que la opción para el
cuidado de los hijos sigue siendo la familia, en
especial los abuelos y escasamente la suegra o
cualquier otro miembro de la familia.
El trabajo extradoméstico, remunerado
supone para las mujeres un desafío en tanto
prevalecen condiciones de desigualdad tanto
para acceder como para permanecer en él;
sin embargo se perla también como una
posibilidad de desarrollo autonómico y de
espacio de realización personal para lo que
habría que intencionar un ejercicio de reexión
en ellas que permitiera elaborar con otras
herramientas lo que muchas veces se vive
solo como culpa al no haber desempeñado
exitosamente su rol tradicional que la relega
al interior de la casa: el trabajo doméstico.
Reflexión
final
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